Mi primera certificación como educadora fué la de familias, la hice en Madrid de la mano de Marisa Moya, una mujer admirable y coherente, con su cálida personalidad, sencilla y amorosa fuí descubriendo y enamorándome de éste mundo llamado Disciplina Positiva, al poco andar y con sed de saber más, me certifiqué también en Disciplina positiva para la sala de clases y posteriormente primera infancia ambas de la mano de ésta gran mujer.
Paso 1 : Toma de conciencia
No les voy a mentir que en mi primer acercamiento a la DP+ me innundó un sentimiento de culpa y frustración, hasta ese entonces sólo sabía hacer las cosas de una manera, que en muchas ocasiones no era la adecuada.
Era tanta la nueva información y todo me hacía tanto sentido, me había equivocado por mucho tiempo, tenía muchísimas ganas de integrar todo lo aprendido en mi día a día, dejar la culpa de lado y hacerme responsable, teniendo esta información en mis manos no podía hacer otra cosa que dar todo de mi para entregarles a mis hijos una educación más integral.
Pero cómo cambiar los patrones que hemos venido arrastrando toda la vida y que tenemos incorporados como normales?
De a poco. Un pasito a la vez, siendo compasivos con nosotros mismos y en ningún modo buscando la perfección.
Paso 2 : Información, aprendizaje y paciencia
Decidí indagar más, seguir formándome y me metí de lleno en la creación de cursos y talleres para padres en Valencia donde pude compartir lo que iba aprendiendo.
En esta experiencia de participar junto con otros padres lo que íbamos experimentando al implementar lo aprendido en los talleres nos dimos cuenta que TODOS teníamos algo en común...todo ésto nos había hecho reflexionar sobre como vivimos nuestra propia infancia y adolescencia, pudimos reconocer en nosotros heridas no sanadas que dificultaban el camino de los padres y madres que queríamos ser.
Leer cientos de libros, asistir a conferencias, seminarios & talleres no lo es todo. Debemos integrar la información y en algunas ocasiones esto acarrea un movimiento interno donde se remueven nuestros propios recuerdos de infancia, la relación con tu madre, padre o cuidador, comienzas a enlazar tu historia de vida con tu propia maternidad y se te da una gran oportunidad para comenzar a indagar en ti, en sanar tus recuerdos, en perdonar, comprender-te, abrazar-te y una larga lista de objetivos que no habías visto hasta ahora.
Paso 3:
Aún habiendo tomado conciencia, teniendo en mis manos y manejando la información de una crianza mas amena y respetuosa había algo que me faltaba, estaba coja.
Como podríamos hacernos cargo de alguien tan pequeño y vulnerable si no hemos sido capaces de reconocer en nosotros mismos nuestra vulnerabilidad y heridas no resueltas?
El Coaching fué fundamental. Conocerme, conectarme conmigo, con mis miedos, con esa niña interior que llevo dentro, esa parte de ella que no fué atendida o validada en su momento. Fué una herramienta clave que ayudo a conocerme y comprender la mujer y madre que soy hoy.
En base a mi propio crecimiento personal, motivada por ser la mejor versión para mis hijos, pude conocer los aspectos que debía trabajar en mi para lograr esa coherencia que necesitaba para ser la madre que quiero ser y en consecuencia mi vida en general la comencé a disfrutar más, agradecer más y vivirla con otros ojos.
Siempre hay trabajo, los desafíos son constantes nuestros hijos son grandes maestros en nuestras vidas, nos levantan el espejo para enseñarnos constantemente que somos eternos aprendices.
Y desde aquí en sincronía con mi humildad, sigo aprendiendo a dar lo mejor de mí, algunos días ese "lo mejor de mi" pueden ser toneladas de besos y abrazos, atención y mirada exclusiva toda una tarde... mientras que otros días ese "lo mejor de mi" se transforma en sólo 5 minutos de atención.
La maternidad perfecta no existe, La madre perfecta no existe, Existes tú, como la mejor madre que puede tener tu hijo.
Igna Gormaz
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